Durante mi estancia en Rennes, quede encantada con el ambiente juvenil de la ciudad, la gente es
muy simpática y social y me sentí muy a gusto y bienvenida; sobre todo al ser introducida a mi
empresa de prácticas el Café Bretón: me facilitaron mucho en la adaptación, aprendizaje y
comunicación en la cocina, donde rápidamente pille las técnicas del lugar de trabajo siempre atenta a las órdenes, lecciones y recomendaciones de mis compañeros.

La dueña del Café, Marie Le-Mintiera, me contactó previamente al viaje, con ansias por conocernos,
y a los pocos días me tenía como una más de la familia, siempre me trató con mucho cariño y curiosidad
por la lengua castellana; al igual que el resto del equipo de sala y cocina, con quien tuve una buena
relación dentro y fuera de la cocina. Estuve de ayudante de pre elaboración, cocción y emplatado de
platos, también saqué los entrantes y platos fríos sola en ocasiones, y a menudo colaboraba con otra
cocinera de prácticas, donde nos repartimos el trabajo equitativamente y nos entendíamos muy bien.

Pasé mis días libres probando platos típicos como la crêpe bretonne y la bollería, visitando partes de
Rennes como el río Vilaine, el Mercado des Lices, la catedral de Saint-Pierre y la iglesia Notre-Dame
en Saint-Melaine; y hasta pasé un día en la ciudad de París a ver la catedral de Notre Dame, el museo
del Louvre, el museo de Orsay, el museo des Arts et Métiers y a la Basílica del Sagrado corazón de
Montmartre.

En mi último día el equipo del café me sorprendió con un montón de regalos incluyendo crepes,
caramelos, galletas y un uniforme, despedirme de ellos fue triste ya que tuve una experiencia
maravillosa en Francia, y agradezco al equipo de erasmus+, a Anne y Marisa, por esta oportunidad.